La producción y los medios de vida de los agricultores en América Latina y el Caribe se ven afectados por sequías, inundaciones, huracanes y otros eventos que son cada vez más frecuentes y más extremos. En ese contexto, las soluciones basadas en la naturaleza y los diseños financieros innovadores se han mostrado efectivos para mejorar la adaptación a esos fenómenos y reducir los daños y pérdidas.
Bakú, Azerbaiyán, 12 de noviembre de 2024 (IICA) – Países de América Latina y el Caribe mostraron en la apertura de la COP 29 el potencial de su agricultura para responder a través de soluciones basadas en la naturaleza. a los desafíos de la crisis climática y los eventos extremos que provoca con mayor frecuencia e intensidad.
En un evento oficial en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que convoca a miles de personas en Bakú, la capital de Azerbaiyán, la región expuso los avances que ha realizado para reducir su vulnerabilidad ante eventos meteorológicos extremos y dotar de mayor resiliencia a su producción agropecuaria, vital para la seguridad alimentaria global.
La COP 29 es el mayor foro ambiental del mundo y sirve para que los países discutan y negocien sus compromisos para la transformación de sus modos de producción y consumo.
El panel fue organizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), junto al Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) y RCC Caribbean, organización creada en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático para dar apoyo a los pequeños estados insulares, que son particularmente vulnerables.
Participaron el científico Rattan Lal, considerado la mayor autoridad mundial en ciencias del suelo; José Abelardo Mai, Ministro de Agricultura y Seguridad Alimentaria de Belice; el ex Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y miembro de la red Grupo de Países Productores del Sur (GPS), Roberto Azevedo; Luis Pocasangre, Director General del CATIE; Alejandro Martínez, Director de Water-Smart Agriculture de la agencia Catholic Relief Services; Clifford Martínez, Coordinador de Manejo del Agua, del Ministerio de Agricultura de Belice y Manuel Otero, Director General del IICA.
El moderador fue Muhammad Ibrahim, Director de Cooperación Técnica del IICA.
Incentivar a los agricultores
La producción y los medios de vida de los agricultores en América Latina y el Caribe se ven afectados por sequías, inundaciones, huracanes y otros eventos que son cada vez más frecuentes y más extremos. En ese contexto, las soluciones basadas en la naturaleza y los diseños financieros innovadores se han mostrado efectivos para mejorar la adaptación a esos fenómenos y reducir los daños y pérdidas.
Rattan Lal, quien lidera junto al IICA desde 2020 el programa Suelos Vivos en las Américas, dijo en ese sentido que los productores deben ser incentivados para adoptar buenas prácticas que potencien el rol de la agricultura como solución al cambio climático.
“Pagar por el secuestro de carbono en el suelo sería una excelente medida. Los 700 millones de agricultores que hay en el mundo merecen recibir un precio justo por la contribución que realizan. Esto no es imposible de hacer. ¿De dónde va a salir el dinero? Una parte puede salir de la industria del tabaco y otra parte puede venir del sector privado. También el resto de la sociedad puede hacer un aporte. Somos 8.200 millones de personas y tenemos una gran responsabilidad con el planeta”, dijo Lal, Embajador de Buena Voluntad del IICA y Premio Mundial de la Alimentación 2020 por sus extraordinarias contribuciones a la seguridad alimentaria.
“Los agricultores son los principales actores de la producción y el cuidado ambiental, por lo que se deben impulsar políticas públicas que los recompensen”, agregó.
Roberto Azevedo hizo hincapié en que las soluciones para el cambio climático deben realizarse en escala. “Lo que haga un país o una región no va a mover la aguja planetaria. Debemos realizar un enfoque global y tener a todo el mundo a bordo. De otra manera, nuestro esfuerzo no servirá para nada”, dijo.
El experimentado Azevedo, quien también ha ocupado importantes posiciones en el sector privado, advirtió que la transición hacia una economía verde no va a suceder sin costos. “La verdadera financiación -subrayó- no vendrá de donaciones y subsidios, sino de incentivos y regulaciones. En esa línea, es fundamental que surja un verdadero mercado global de carbono”.
Azevedo también llamó la atención sobre el rol de la agricultura como solución: “Ningún otro sector además la agricultura puede secuestrar carbono. ¿Vamos a usarla o vamos a continuar culpándola? Tenemos que traerla a bordo siendo inteligentes, construyendo una ecuación económica que realmente sea efectiva para encarrilar la transición”.
El ministro Mai contó los grandes avances en adaptación que ha realizado Belice, nación centroamericana con costas sobre el Mar Caribe, donde el impacto del cambio climático es una realidad cotidiana.
“La economía de nuestro país depende en gran medida del sector agropecuario. En ganadería hemos avanzado con la selección de forrajes adecuados y la elección de razas de animales tolerantes a las condiciones ásperas que estamos viviendo. También hemos invertido en temas como la plantación de árboles y nuevas tecnologías en sistemas de almacenamiento de agua y riego”, contó.
Pocasangre dio detalles de cómo el CATIE trabaja con soluciones basadas en la naturaleza en Guatemala, El Salvador y Honduras, a partir de un entendimiento profundo de las demandas locales. “Podemos mejorar la adaptación al cambio climático a partir de un diagnóstico adecuado de la situación de cada comunidad y un conocimiento de las limitaciones. No hay una sola solución que sirva para todas las regiones o países”, afirmó.
Muhammad Ibrahim, por su lado, señaló que los casos contados de atención de emergencias climáticas y de construcción de resiliencia habían puesto de manifiesto la fortaleza de la agricultura de América Latina y el Caribe, donde el sector no solo es sostén de la seguridad alimentaria sino es también una pieza clave del desarrollo económico y social.
Manuel Otero consideró que en la región se viven dos paradojas. La primera es que es la más importante exportadora de alimentos, pero al mismo tiempo es la más vulnerable a los efectos del cambio climático. La segunda es que América Latina y el Caribe tiene la más vasta dotación de recursos naturales, pero recibe escaso financiamiento internacional para la conservación ambiental.
“Nuestro sector agrícola está en un proceso de transformación. Necesitamos una nueva generación de políticas públicas para acelerar esa transformación, con las soluciones basadas en la naturaleza, la ciencia, la innovación y los agricultores como protagonistas”, dijo.
Y concluyó: «Por supuesto que la transformación del sector agrícola de nuestra región ya está en marcha y la estamos haciendo lo más rápido posible. Pero necesitamos que nuestros agricultores tengan mejor acceso a la financiación y a las nuevas tecnologías para que el proceso cobre aún mayor velocidad».
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